Los apóstoles formaban el grupo íntimo de amigos de Jesús. Ellos heredan
y reciben de manos del mismo Cristo una misión, que consiste en: iluminar, bendecir,
vivificar, levantar, sanar liberar… al ser humano mostrándole un nuevo camino
de felicidad fundamentado en las bienaventuranzas y en la vivencia del
mandamiento nuevo del amor; así como en la comprensión de Dios como Padre.
Para que esta misión tenga éxito, para que dé fruto abundante, Jesús
elige, llama e invita a estar unidos a Él, como los sarmientos están unidos a
la vid. Por ello Cristo convirtió su vida en una “escuela”, de tal manera que en la intimidad con el Maestro,
los apóstoles comprendieron los valores del Reino y aprendieron a reconocer sus
capacidades y a superar sus miedos y debilidades.
Al igual que los apóstoles fueron mirados y elegidos por Cristo, también
a nosotros nos mira, nos llama y nos elige. Nosotros estamos llamados, desde el
bautismo, a realizar en nuestras vidas y con nuestras buenas obras la misma
misión que un día recibieron los íntimos de Jesús. Estamos llamados a hacer
cercano y real el Reino de los cielos “aquí y ahora”, a dar fruto y fruto
abundante.
Tengamos actitudes de agradecimiento al Maestro por su llamada e
invitación a la misión, ya que es regalo de amor de Él, sin mérito por nuestra
parte. Crezca nuestro compromiso con el evangelio y no enterremos ni escondamos
los talentos que hemos recibido.
Multipliquemos los encuentros con el Señor, cerca de Él aprendamos a
realizar la misión a la que hemos sido llamados.
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