Nuestro calendario litúrgico es salpicado, continuamente, con celebraciones entorno a la persona de nuestra madre la Virgen.
Es raro el mes que no hay una referencia a
María, así ocurre también en el mes de agosto, María se hace presente, en
nuestra vida, bajo la advocación de “La Asunción”. Con esta fiesta se conmemora
la creencia de la tradición católica de que el cuerpo y el alma de la Virgen
María ascendieron al cielo tras su muerte.
Esta fiesta se celebra en la Iglesia católica
desde el siglo VI en Oriente y, en Roma, desde el siglo VII. Esta verdad de fe, recibida de la tradición de
la Iglesia, fue definida solemnemente por el papa Pío XII en 1950, en la Constitución Munificentisimus Deus:
"Pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado que La Inmaculada Madre de Dios y siempre Virgen María, terminado el curso de su vida terrenal, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria del cielo".
"Pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado que La Inmaculada Madre de Dios y siempre Virgen María, terminado el curso de su vida terrenal, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria del cielo".
Oración:
Virgen y Madre María. Gracias por ser nuestra madre en
la fe, por estar cerca de nosotros y
cuidarnos como hiciste con Jesús, el Maestro y Señor. Quiero que me enseñes a conocer mejor a tu Hijo y, conociéndolo, deseo quererlo
más cada día. Quiero vivir el evangelio, al estilo de Jesús. Ser buen hijo, buen hermano y buen
amigo.
Contágiame tu esperanza. Que aprenda, como tú nos
enseñas, a vivir en las manos de Dios, confiando en su providencia. Ayúdame para hacer crecer en mí la fe, y sepa decir: "Hágase en mi según tu voluntad"
María, enséñame a seguir los pasos de Jesús, para que me sepa entregar a la familia humana con coherencia de vida. Amén
María, enséñame a seguir los pasos de Jesús, para que me sepa entregar a la familia humana con coherencia de vida. Amén
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