Jesús instituyó a
doce para “que estuvieran con Él y para
enviarlos a predicar”. Celebrar la fiesta de un apóstol es acercarnos a
aquella experiencia única y privilegiada de contacto vital y diario con Jesús,
acompañándolo y siendo testimonios directos de su presencia, de su actividad,
de su predicación y de su resurrección. Nuestra fe se apoya en Jesús a través
de la mediación de los apóstoles, primeros testimonios directos de Cristo.
El día 25 de julio celebramos la festividad del
apóstol Santiago, uno de los hijos de Zebedeo, un apóstol que, junto con San
Pablo, se sitúa en los inicios de la predicación, arraigo y extensión de la fe
en la península Ibérica.
Llama la atención que
Santiago, junto con Pedro y Juan, tiene un papel especial en algunos episodios
de la vida de Jesús; como por ejemplo en la transfiguración, la resurrección de
la hija de Jairo, la oración en el Huerto.
Además es
protagonista con su hermano Juan de una petición singular, que realiza la madre
de ellos a Jesús: “Ordena que estos dos
hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y otro a tu izquierda”
La festividad del
apóstol es una invitación agradecer a Dios el primer impulso misionero, que han
hecho llegar a todo el mundo la
Palabra y el Mensaje de Cristo. Un impulso que hoy continúa y
se nos pide que sea realizado por nosotros con un nuevo ardor.
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