El discípulo es aquel que se ha propuesto
como meta llegar a ser como su maestro (Mt 10,25). Para ello, comparte con el
maestro su vida, para aprenderlo todo de él, para aprender a pensar, sentir y
vivir como su maestro. Dios nos invita a dejarnos moldear por sus manos, como
la arcilla se deja dar forma por el alfarero. El discípulo es aquel que se
entrega a las manos de su Maestro y se deja modelar dócilmente.
Desde los textos evangélicos, ser discípulo de Jesús, consiste en:
Desde los textos evangélicos, ser discípulo de Jesús, consiste en:
-
Dejarlo todo y seguir a Jesús: abandonar todo aquello que sé que me aparta
de Dios, para seguir el camino que Jesús me indica, y seguir su ejemplo de
vida.
-
Sentarse a los pies de Jesús: darme un tiempo suficiente, con calma, con
atención, con el corazón dispuesto para escuchar la Palabra de Jesús, para
escuchar sus enseñanzas. Significa dedicar un tiempo suficiente a aprender más
acerca de lo que Jesús enseñó y dijo.
- Creer
en Jesús: significa entender que todo lo que hizo y dijo Jesús no son simplemente
acontecimientos históricos y palabras bonitas, sino enseñanzas para mi vida,
para que yo ponga en práctica.
- Amar
a Jesús
más que a nada en el mundo significa que Jesús tiene que ser para mí una
persona viva, a quien amo, no un "personaje de historia" a quien
simplemente admiro. El tiene que ser el centro de mi vida.
-
Renunciar a todo:
no dejar todas las cosas que uno tiene en la vida (casa, familia, trabajo…),
sino darles la importancia que les corresponde, y no vivir aferrado a ellas.
- Carga
con la cruz:
aceptar las propias limitaciones, los defectos, y todas aquellas cosas que me
cuestan en la vida o que podrían hacerme volver atrás y, a pesar de todo ello,
seguir adelante junto a Jesús.
- Hacer
la voluntad de Jesús significa
no quedarse solamente con las palabras de Jesús como enseñanzas bonitas, sino
ir transformando mi vida aplicando en ella todo lo que voy aprendiendo y
conociendo acerca de Jesús y su Mensaje.
-
Alabar a Dios:
nos indica que el discípulo debe ser un hombre de oración, que siempre
encuentra un momento para comunicarse con Dios y para alabarlo.
- Amar
a los hermanos: el discípulo no puede vivir su
relación con Dios dejando de lado a los demás. El discípulo se compromete con
sus hermanos, con sus alegrías y sufrimientos y comparte con ellos lo que vive
junto a Jesús.
- Dar
frutos:
un discípulo no puede limitarse a aprender a conocer y amar a Jesús. Es preciso
que los demás se den cuenta que él conoce y ama a Jesucristo. Para ello, debe
dar frutos, es decir, volcar en obras lo que está aprendiendo junto a Jesús.
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