Se nos presenta ante nosotros un nuevo año
lleno de posibilidades para hacer el bien y para crecer en los valores del
evangelio. Al igual que María, deberemos conservar y meditar en nuestro corazón
todo lo celebrado y vivido en Navidad, con el fin de vivir, en este año
2017, con una mayor generosidad y entrega a nuestra vocación de bautizados.
El Señor continuará entregándonos momentos de
gracia para que nosotros, con nuestros dones y talentos, le sepamos descubrir
en medio de nuestro mundo. La Iglesia, a lo largo del año litúrgico
celebrará los misterios de nuestra fe: Vida, Pasión, Muerte y Resurrección de
Cristo. Viviremos en comunidad nuestras fiestas; en nuestras familias y barrio
celebraremos acontecimientos que nos mostrarán el rostro de Dios; y cada uno de
nosotros tendrá experiencias y alegrías nuevas que nos posibilitarán contemplar
un Dios cercano.
Para los cristianos, el futuro se abre antes
nuestros ojos como un gran regalo del Padre; un regalo que no podremos
arrinconar ni despreciar. Los planes de Dios en nuestra vida, son una aventura,
llena de posibilidades. Nos toca a nosotros arriesgarnos en esa aventura de
amor.
Nuestra misión y labor de bautizados será, en
este año nuevo: estar atentos a los dones que Dios
realiza con nosotros y con los hermanos, regalos que vienen envueltos en lo
aparentemente insignificante; descubrir a Dios
Padre que se manifiesta ante el ser humano por medio de los sacramentos, las
personas y los acontecimientos; y crecer en el
seguimiento de Jesús sabiéndonos amados por Dios.
Todo un reto en el que no puede faltar una
nueva actitud. Pongámonos el traje de explorador y hagamos del año 2017, un año
nuevo.