lunes, 16 de julio de 2018

DISCÍPULOS Y TESTIGOS DEL MAESTRO




El discípulo es aquel que se ha propuesto como meta llegar a ser como su maestro (Mt 10,25). Para ello, comparte con el maestro su vida, para aprenderlo todo de él, para aprender a pensar, sentir y vivir como su maestro. Dios nos invita a dejarnos moldear por sus manos, como la arcilla se deja dar forma por el alfarero. El discípulo es aquel que se entrega a las manos de su Maestro y se deja modelar dócilmente. 
Desde los textos evangélicos, ser discípulo de Jesús, consiste en:

- Dejarlo todo y seguir a Jesús: abandonar todo aquello que sé que me aparta de Dios, para seguir el camino que Jesús me indica, y seguir su ejemplo de vida.
- Sentarse a los pies de Jesús: darme un tiempo suficiente, con calma, con atención, con el corazón dispuesto para escuchar la Palabra de Jesús, para escuchar sus enseñanzas. Significa dedicar un tiempo suficiente a aprender más acerca de lo que Jesús enseñó y dijo.
- Creer en Jesús: significa entender que todo lo que hizo y dijo Jesús no son simplemente acontecimientos históricos y palabras bonitas, sino enseñanzas para mi vida, para que yo ponga en práctica.
- Amar a Jesús más que a nada en el mundo significa que Jesús tiene que ser para mí una persona viva, a quien amo, no un "personaje de historia" a quien simplemente admiro. El tiene que ser el centro de mi vida.
- Renunciar a todo: no dejar todas las cosas que uno tiene en la vida (casa, familia, trabajo…), sino darles la importancia que les corresponde, y no vivir aferrado a ellas.
- Carga con la cruz: aceptar las propias limitaciones, los defectos, y todas aquellas cosas que me cuestan en la vida o que podrían hacerme volver atrás y, a pesar de todo ello, seguir adelante junto a Jesús.
- Hacer la voluntad de Jesús significa no quedarse solamente con las palabras de Jesús como enseñanzas bonitas, sino ir transformando mi vida aplicando en ella todo lo que voy aprendiendo y conociendo acerca de Jesús y su Mensaje.
- Alabar a Dios: nos indica que el discípulo debe ser un hombre de oración, que siempre encuentra un momento para comunicarse con Dios y para alabarlo.
- Amar a los hermanos: el discípulo no puede vivir su relación con Dios dejando de lado a los demás. El discípulo se compromete con sus hermanos, con sus alegrías y sufrimientos y comparte con ellos lo que vive junto a Jesús.
- Dar frutos: un discípulo no puede limitarse a aprender a conocer y amar a Jesús. Es preciso que los demás se den cuenta que él conoce y ama a Jesucristo. Para ello, debe dar frutos, es decir, volcar en obras lo que está aprendiendo junto a Jesús.

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