domingo, 20 de agosto de 2017

PIDIENDO LA PAZ EN LA EUCARISTÍA DOMINICAL


La Conferencia Episcopal Española pide «a todos los creyentes que eleven sus oraciones para pedir a Dios que conceda el descanso eterno a las personas fallecidas, restablezca la salud del resto las víctimas, consuelo a los familiares, llene de paz los corazones de las personas de buena voluntad y nunca más se repitan estas acciones despreciables».

A lo largo de este fin de semana, en todas las celebraciones de la Eucaristía que se han vivido en nuestro barrio de "Las Colonias" (tanto en la parroquia de Ntra. Sra. de los Dolores, en la Comunidad Neocatecumenal, como en el Convento de las Hermanas de la Cruz) han tenido como intención principal y comunitaria pedir al Dios del Amor, por la paz en nuestro mundo y en nuestros corazones.
Desde la sencillez de nuestras celebraciones, nos hemos querido unir a todas las iglesias de España y del mundo que han tenido una mirada de cariño, a lo largo de este fin de semana, hacia cuantos han sufrido el látigo del terrorismo, así como para aquellos que son víctimas de cualquier tipo de violencia.
Hemos orado para que en nuestro mundo se dé una paz auténtica y verdadera que surja de los valores de nuestra fe. Una paz que no sea simplemente la ausencia de guerra y conflicto, sino que sea fruto de la Verdad y de la Justicia. Una paz duradera que debe nacer en el corazón del ser humano y, desde ahí, extenderse a todos nuestros semejantes y a todos nuestros ambientes.
Un acto terrorista, como el vivido en nuestro país, no puede ser nunca justificado. Por ello oramos a Dios Padre para que convierta los corazones de aquellos que cometen estos actos, así como de aquellas personas que los alientan, animan y encubren.
Desde nuestra parroquia, con nuestra oración en las celebraciones de la Eucaristía:
1.- Hemos manifestado el dolor y la cercanía con las víctimas de los atentados terroristas, los enfermos y sus familias.
2.- Hemos condenado toda muestra de terrorismo, ya que es una acción intrínsecamente perversa, que es muestra de la más dura intolerancia y totalitarismo, que vulnera gravemente el derecho a la vida y a la libertad. Del todo incompatible con una visión moral de la vida, justa y respetable.
3.- Nos hemos comprometido, como comunidad de fe, en hacer crecer la paz en nuestro propio corazón, porque nadie puede dar aquello de lo que carece. Sólo teniendo paz interior podremos extenderla a toda nuestra vida, haciendo de nuestro mundo un lugar más fraterno y humano.

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